Senderos de la Sal - Guía de Itinerarios por las Salinas de la Provincia de AlicanteSenderos de la Sal - Guía de Itinerarios por las Salinas de la Provincia de Alicante
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Itinerario|La ciudad|Historia, fiestas y tradiciones|Infraestructuras|Las Salinas de Santa Pola


INTRODUCCIÓN

Situación


Las salinas de Santa Pola se extienden al sur del núcleo urbano, atravesadas por la carretera nacional N-332, estando situadas entre los términos municipales de Santa Pola y Elche. Están protegidas desde 1988 como parte del Parque Natural de las Salinas de Santa Pola debido, en gran medida, a los valores naturales que posee. Para implantar la actividad salinera se aprovecharon los restos de la antigua Albufera de Elche, que se abría a la Bahía de Santa Pola, al ser una zona con una cota muy baja respecto al mar, lo que permitía utilizar el agua marina para la extracción. En la actualidad operan dos grandes explotaciones, a las que en el pasado se les sumó otra de menor extensión, ya desaparecida.

Origen y evolución geológica

El origen de las Salinas de Santa Pola se relaciona con la evolución geológica de una amplia cuenca conocida como Sinus Ilicitanus. Los límites de esta cuenca eran, por el norte, la Sierra de Crevillent y su prolongación montañosa hasta El Altet, las sierras de Callosa y Orihuela por el oeste, las sierras de Santa Pola y El Molar por el este y por el sur la falla por donde discurre el río Segura, junto a la Sierra del Moncayo, en Guardamar. Se trata de un área subsidente desde el período Pleistoceno, es decir, una zona que se está hundiendo desde hace 1,8 millones de años y que probablemente todavía lo haga en la actualidad. Todo este sector que se hunde frente a la costa fue invadido por el mar, formándose un golfo en el que desembocaban los ríos Segura y Vinalopó. Esto determinará hasta nuestros días el carácter salino de los suelos de buena parte de la zona y la proximidad del nivel de las aguas subterráneas o nivel freático a la superficie.

Durante el periodo Cuaternario, la acción de los vientos dominantes y la dinámica marina serán los agentes responsables de la construcción de dos barras arenosas que van cerrando el golfo. Primero, durante el Pleistoceno Superior, se generará un cordón litoral, que recibe el nombre de barra o “restinga”. Este cordón se forma a partir de los materiales que va aportando el río Vinalopó y que son luego redistribuidos por el oleaje. En esos momentos, lo que hoy conocemos como Sierra del Molar, junto a La Marina, era una isla, que modificaba con su presencia las corrientes marinas locales, favoreciendo el depósito de materiales: es lo que se conoce como “trampa de sedimentos”. La otra restinga se formó en época más reciente, durante el Holoceno. Fue entonces cuando la corriente marina dominante cambiará de sentido, pasando a tener un componente sur-norte. Las corrientes trasladan en esta dirección los aportes del río Segura que, viendo obstaculizado su avance por el Cabo de Santa Pola, acabarán depositando su carga sedimentaria. Se forma así otro cordón dunar que se desarrolla y crece paralelo a la línea de costa. Con todo ello, lo que ocurre es que el golfo se va cerrando y aislando del mar, pasando a convertirse en una gran albufera. Sobre esta restinga fósil se han instalado con posterioridad los campos de dunas actuales por los que se conoce a Guardamar del Segura y que alcanzan hasta las Salinas del Pinet.

Al mismo tiempo que ocurre el cerramiento de la cuenca, empieza el rellenado de la misma, durante el periodo Cuaternario. Los materiales provienen de la erosión de los relieves circundantes, fundamentalmente a través de las avenidas de las ramblas que buscan las zonas más bajas. Pero el relleno más importante se produce por los materiales que acarrean los ríos Vinalopó y Segura. Ambos ríos son considerados de carácter “espasmódico”, es decir, que están caracterizados por tener largos periodos de estiaje a los que les suceden episodios de intensas lluvias que producen grandes avenidas, que a su vez arrastran gran cantidad de sedimentos. Pero no obstante, la mayor parte de la evolución de la zona se ha producido no por este proceso geológico, sino por la acción del hombre, como vamos a tratar de explicar.

Evolución histórica

En el año 520 a.C., el poeta Rufo Festo Avieno nos habla en su obra “Ora Marítima” de una inmensa marisma por donde discurre el río Theodorus. Se refería sin duda al río Segura, aunque algunos historiadores han identificado la marisma como el Mar Menor. Teniendo en cuenta que éste se encuentra casi 40 km. al sur de la desembocadura del río, lo más probable es que hablara en realidad de la antigua Albufera de Elche. En estos momentos ya se percibe claramente que el proceso de colmatación ha sido más acentuado al sur de la albufera, en el sector más próximo al río Segura, dado su mayor poder de arrastre. Por su parte, El Molar sigue siendo en esos momentos una isla rodeada de una marisma salada. Durante la presencia de los romanos en la zona y puede que antes, el hombre comienza a participar de este proceso de desecación progresivo. Se construyó una pequeña red de acequias y partidores de la que nos habla el historiador Plinio.
Desde la torre vigía de Escaleres era posible advertir la
presencia de piratas en la costa, que utilizaban la isla de
Tabarca como refugio.
Esta red para el riego fue posteriormente ampliada y perfeccionada por los árabes, según los escritos de Al-Udri, en el siglo XI.

A finales del siglo XIII, después del traspaso de las comarcas del sur de Castilla a Aragón, las obras cobraron cierta envergadura al excavarse numerosos surcos para facilitar el drenaje de la marisma. Pero las periódicas crecidas y desbordamientos del río Segura, arruinaban en poco tiempo el esfuerzo de meses y entre 1250 y 1260 muchas tierras recuperaron su antigua condición de marjal. Esto no impidió que la tarea continuase, debido a la política de bonificaciones que ofrecía las nuevas tierras cultivables a los que en ellas habían trabajado.

Hasta ese momento, el mantenimiento de las condiciones albufereñas había tenido mucho que ver con el reducido poder de arrastre que el Vinalopó posee frente al Segura. Pero las cosas cambiarán con la deforestación progresiva que experimentan los márgenes del Vinalopó. Teniendo en cuenta las características litológicas de su cuenca hidrográfica, compuesta por materiales triásicos fácilmente erosionables, el proceso se acelera. Con la ayuda de los aportes sólidos del Vinalopó y el desarrollo de los piedemontes de la Sierra del Molar se produce un hecho definitivo: la separación entre la zona de la Albufera de Elche que después se convertirá en las Salinas de Santa Pola y la zona que luego será el origen de los embalses de El Hondo. Un mapa de Cassaus del año 1693, todavía refleja un ramal afluente del río Vinalopó, el cual conectaba con el río Segura en el tramo entre Rojales y Guardamar, discurriendo por una zona de “almarjales”. En dicho mapa, la albufera todavía mantenía una extensión considerable, apareciendo la torre vigía del Tamarit, que hoy ha quedado dentro de uno de los depósitos concentradores de la empresa salinera de Bras del Port. Se encuentra esta torre custodiando lo que fue la entrada a la albufera, formando parte del sistema defensivo de torres de alerta temprana que encontramos por todo el litoral alicantino a partir del siglo XVI, junto con las del Faro, Escaletes o la desaparecida Torre del Pinet, como se ha comentado anteriormente. La que se encontraba más al sur era ésta última, la Torre del Pinet, de la cual sólo se conserva su base en la playa del mismo nombre, junto al solar que ocupó el cuartel de la Guardia Civil. Desde todas ellas era posible avisar a los moradores de Elche de la presencia de “moros en la costa”, ya que las señales de humo durante el día y las fogatas que iluminaban la noche podían ser detectadas desde las torres de Ressemblanc y Vaïllos, ya en el interior.

A principios del siglo XVIII, concretamente en abril de 1715, el obispo de la entonces diócesis de Cartagena-Murcia, Don Luís de Belluga y Moncada, solicitó la donación para su “saneamiento” de un amplio sector de saladares y marjales al norte del río Segura. La solicitud se hace al Ayuntamiento de Orihuela al extenderse hasta aquí su término municipal, consiguiendo la cesión de 25.000 tahúllas. En 1720, el ya Cardenal Belluga obtuvo en similares condiciones 13.000 tahúllas más de la Villa de Guardamar y en 1723 otras 2.000 tahúllas confiscadas al Marqués de Rafal. En total le fueron cedidas 40.000 tahúllas, lo que equivaldría a casi 5.000 hectáreas. El propósito de Belluga era el convertir estas tierras pantanosas en terrenos cultivables, mejorando las condiciones de vida de las poblaciones cercanas. Éstas se veían periódicamente afectadas por enfermedades como el paludismo o afecciones oculares, a causa del estancamiento de las aguas. Así, progresivamente, se fue abriendo toda una red de azarbes para el drenaje, empleando la tierra extraída para elevar el nivel de las porciones con cotas más bajas, al tiempo que se ampliaba el sistema de acequias para el riego desde la huerta oriolana.

Otra gran actuación llevada a cabo en el siglo XVIII fue la del Marqués de Elche en la Bassa Llarguera y almarjales, conocidos en conjunto como Carrizales, abriendo redes de drenaje que desaguaban hacia la albufera. Con todo ello, un siglo después de Cassaus, en los mapas del insigne botánico y geógrafo valenciano J. A. Cavanilles, se constata la transformación de la zona hasta el punto de que han sido modificados los cauces de los ríos. Desaparece el ramal del Vinalopó que desembocaba en Rojales y se queda sin salida natural al mar, teniendo que ser conducido a través de un azarbe hacia lo que queda de la albufera. A finales del siglo XIX y principios del XX comenzarán las obras de transformación que la convertirán finalmente en lo que hoy son las Salinas de Santa Pola. En tiempos todavía más recientes, a partir de 1940, primero el “Instituto Nacional de Colonización” (I.N.C.) y después el “Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario” (I.R.Y.D.A.), se propusieron continuar la obra iniciada por Belluga, afectando principalmente al entorno de lo que hoy es el Parque Natural de El Hondo, por lo que no nos vamos a extender en este sentido.

En los años 70 del siglo XX, debido en parte a la baja producción de los cultivos, se dio una transformación de signo contrario, con la apertura de nuevas charcas por parte de particulares. En ellas se da el aprovechamiento cinegético de las aves acuáticas y secundariamente de la pesca, empleando los caudales de algunos azarbes de drenaje para inundar los terrenos. En el año 1987 ocurrirá un suceso muy significativo al desbordarse el río Segura, dejando bajo el agua los terrenos que tanto había costado sanear. Este hecho, que evidentemente fue una catástrofe para el hombre, nos permitió rememorar por unos días lo que fue la gran albufera del sur de Alicante. Ese mismo año, el gobierno estatal aprobará el Plan de Defensa de Avenidas de la cuenca (Real Decreto Ley 4/1987 de 13 de noviembre), con el que se le da al cauce una mayor capacidad de absorción de caudales. La construcción de numerosas presas y su encauzamiento desde la llamada “contraparada” hasta Guardamar parece haber eliminado la posibilidad de que el río vuelva a ocupar estas tierras.

Aprovechamientos tradicionales

Lo que hoy nos ha llegado de la Albufera de Elche es el resultado de la acción secular del hombre en este espacio. Los agricultores medievales incrementaban sus escasas rentas recogiendo carrizo y juncos, siendo por ejemplo, el germen de la industria de esteras en Crevillent. También se recolectaban sosas y otras plantas propias del saladar para la fabricación de tintes, jabón y algunos fármacos. Además, pescaban y cazaban en una zona muy propicia para ello por la abundancia de aves, tal y como hace constar el Príncipe Don Juan Manuel en su “Libro de la Caza”, escrito en 1325: [ En elche avezes recude la garça a la ribera e ay algunas anades e ay muchas gruas e muy buen lugar para las caçar […] et en los armajales, et en las lagunas çerca el puerto de santa pola, ay muchas garças et muchos bitores […] Et en albadera, en todos estos lugares dichos ay muchas garças e muchos bitores […] Et a las oriellas destos armajales contra crivillen, á las vezes, falla omne ánades en lugares que las pueden caçar con falcones.].

En los siglos posteriores cobrará importancia la obtención de sosa o barrilla (carbonato sódico) a partir de plantas denominadas por ello soseras o barrilleras. Son especies que crecen espontáneamente en los saladares, que son aquellas tierras emergidas por la progresiva reducción de la albufera, aunque hay constancia de que incluso se llegaron a sembrar. Éstas se recogían y quemaban lentamente en grandes hoyos, de manera que iban desprendiendo sus jugos cargados de la sal que habían acumulado en sus hojas y tallos. El líquido desprendido cristalizaba en el fondo, adquiriendo una consistencia dura. La piedra de sosa así obtenida era transportada a las varias fábricas de jabón que existieron en Elche, como ingrediente fundamental en la obtención del mismo. La barrilla de Alicante cobra fama y será exportada a toda Europa. En su camino hacia el puerto de Alicante es normal que los carros fueran perdiendo parte de su carga, dejando un rastro de cenizas, motivo por el cual este camino recibirá el nombre de Vereda de Sendres (sendres = cendres = cenizas), denominación que aún perdura. En 1787, el químico francés Nicolás Leblanc describirá un método para la obtención de sosa cáustica a partir de la sal común, lo que motivó el declive de esta industria. En el momento actual, continúa la caza en los cotos que se encuentran a Poniente del parque, aunque cobra importancia la piscicultura. Se inundan amplias zonas, para lo cual se utiliza el agua de avenamiento que transportan los numerosos azarbes que cruzan el espacio y esto atrae a gran cantidad de aves acuáticas. Al mismo tiempo se busca una rentabilidad en la piscicultura extensiva, sobre todo del mújol (Mugil sp.), aunque también se captura la anguila (Anguilla anguilla), aprovechando el bajo coste de mantenimiento de este tipo de instalaciones. Pero el tema que nos ocupa, la explotación de la sal en las salinas marítimas de Santa Pola, comienza a finales del siglo XIX. No debemos descartar un aprovechamiento más antiguo de la sal en Santa Pola, aunque tampoco tenemos certeza de ello. Comentar, que para la implantación de la industria actual, fue necesaria la transformación del sector más próximo a la costa de la primitiva albufera, como después veremos.

EL PARQUE NATURAL DE LAS SALINAS DE SANTA POLA

Las Salinas de Santa Pola fueron declaradas Parque Natural en el año 1.994, aunque en el año 1.988 habían sido ya declaradas Paraje Natural de la Comunidad Valenciana. Tiene una superficie total de 2.469,7 Ha., situadas entre los términos municipales de Santa Pola y Elche, extendiéndose por una franja litoral y penetrando hacia el interior. El parque comprende la totalidad de las explotaciones salineras existentes, una serie de charcas de aguas salobres situadas al oeste, dedicadas a la caza y pesca, así como una interesante zona litoral con un cordón de dunas y playas naturales. También hay una pequeña superficie de terreno agrícola.

Esta variedad de ambientes se traduce en una elevada biodiversidad, que convierten a este parque en un lugar único. Esta importancia ha sido reconocida en todo el mundo al incluirlo en el Listado RAMSAR de humedales de importancia internacional. También está catalogado como Zona de Especial Protección para las Aves (zona ZEPA) por la Unión Europea y como LIC o Lugar de Interés Comunitario. Describir en estas pocas líneas todos los valores naturales que encierra el parque resulta imposible, dada la gran variedad de especies de flora y fauna que podemos ver, en función de la zona en la que nos encontremos. En la zona litoral y de dunas podemos ver especies vegetales escasas como el barrón (Ammophilea arenaria), reptiles como el lagarto ocelado o la culebra de escalera, mamíferos como la musaraña, zorro o conejo y aves como el chorlitejo patinegro. En los terrenos inundados, tanto las balsas salineras como las charcas interiores de aguas salobres, es posible ver infinidad de aves acuáticas, perfectamente adaptadas a este medio y fáciles de observar. De todas ellas destaca sin duda el flamenco, verdadero símbolo vivo de las salinas, que es posible ver descansando o alimentándose todo el año, llegando a concentrarse en ocasiones más de 8.000 ejemplares. Otra especie particularmente importante es la cerceta pardilla, especie de “pato” que se encuentra catalogada en peligro de extinción y que acude al parque para reproducirse. Junto a ellas es posible ver otras muchas, como la avoceta, la cigüeñuela, el tarro blanco, pato cuchara, ánade real, aguilucho lagunero, charrán común, focha, gaviota de Audouin (también en peligro de extinción), etc.

Al margen de las aves, otra especie de gran interés, por encontrase en peligro de extinción, es el fartet, pez de aguas continentales salinas que encuentra en el parque uno de sus últimos hábitats óptimos. La vegetación también resulta de gran importancia, con especies escasas e incuso endémicas del parque, como es el caso del limonium santapolensis, o barrilla santapolera, propia de terrenos de saladar. La gestión de este Parque Natural la lleva a cabo la Generalitat Valenciana, contando con un Centro de Información e Interpretación situado en el conocido “Museo de la Sal” (Tlf.: 96 669 35 46).

En los últimos años, la labor del equipo de gestión se ha traducido en una mayor difusión y revalorización del parque, desarrollando proyectos de uso público, de conservación y estrechando la colaboración con propietarios. Fruto de este esfuerzo son, por ejemplo, el propio “Museo de la Sal”, las campañas de Educación Ambiental, el Proyecto de Recuperación de la Cerceta pardilla, que ha convertido a las salinas en uno de los pocos lugares de cría de la especie, o los itinerarios ambientales que se describen más adelante, con los que podemos conocer de cerca las características de este importante humedal.

LA EXPLOTACIÓN SALINERA
Introducción


Es difícil por el momento poder encontrar indicios de una actividad salinera sistemática y organizada antes de finales del siglo XIX. Es muy probable que se diera cierto aprovechamiento de la sal en época romana, atendiendo al hecho de que existió en la zona una importante factoría de salazones durante esa época. En esta factoría se salaba el pescado para su conservación, sobre todo el atún capturado en la almadraba que se calaba en la zona del cabo. Sabemos que existió otra almadraba en la Isla de Tabarca, aunque sólo conocemos su funcionamiento a partir de 1770, poco después de instalarse sus pobladores, procedentes de la isla tunecina de Tabarka. En la factoría de salazones de Picola también se producía la salsa de pescado que los romanos denominaban “garum”, ya comentada. Ambos procesos, el salazón y la preparación de salsas, requerían grandes cantidades de sal. Recordar que son necesarios nueve quilos de pescado por uno de sal para elaborar este garum. El hallazgo de barcos hundidos frente a las costas de Santa Pola, cargados con ánforas romanas destinadas al transporte de estos productos, atestigua la importancia de esta factoría y la actividad del Portus Ilicitanus.

Respecto a la Edad Media, existen estudios de los siglos XIV y XV sobre la antigua Gobernación de Orihuela, de la que formaba parte Elche y consiguientemente el “Lugar Nuevo de Santa Pola”. En ellos sólo se citan establecimientos dedicados a la producción de sal en los actuales términos municipales de Orihuela, Torrevieja y San Miguel de Salinas. En el siglo XVIII se mencionan embarques de sal en el fondeadero de Santa Pola, aunque nada se dice de la explotación de ésta. Tampoco se observa compartimentación alguna de la albufera en el plano levantado en 1876 por la Comisión Hidrográfica.

Por tanto, sólo es posible asegurar la existencia de salinas, tal y como las conocemos en la actualidad, desde finales del siglo XIX, cuando se concede a los “propietarios de las salinas de la Albufera de Elche”, por Real Orden de 10 de agosto de 1893, la construcción de un muelle en la Playa del Pinet.
Restos de una antigua barcaza para el transporte de sal
hasta los buques fondeados en la Bahía de Santa Pola.
Este muelle serviría como embarcadero de la sal para las que entonces se conocían como Salinas del Pinet. Cuatro años después se concede igualmente la construcción de otro muelle embarcadero en la Playa del Tamarit, éste para su uso por las Salinas de Bras del Port. Existe un informe previo realizado en 1890 por un ingeniero de Obras Públicas para la rectificación de los cauces avenantes hacia las albuferas de Elche y Alicante, en donde nada se dice de la existencia de salinas. Ello nos permite concretar aún más el inicio de la explotación salinera, situándolo después de mayo de 1890, fecha del informe del ingeniero don Juan Miró y antes de julio de 1892, cuando se solicita la construcción del primer muelle.

El establecimiento de esta actividad en Santa Pola se apoya en unas condiciones del todo favorables para ello. Por un lado está la cercanía a la fuente de sal, el agua de mar. Al mismo tiempo, se cuenta también con un terreno llano y poco elevado sobre el nivel del mar, lo cual permite su inundación por éste con un mínimo gasto energético. Además, el sustrato lo conforman arcillas de marisma, lo cual asegura la impermeabilidad de las balsas excavadas directamente en el terreno. Por último, los dos elementos necesarios para la evaporación del agua en las balsas, el sol y el viento, están asegurados en la costa mediterránea y es el principal motivo por el que no se han establecido salinas como estas al norte del continente europeo, debiendo importar el producto. Con todos estos elementos a su favor, a finales del siglo XIX y principios del XX se instalaron en la zona tres explotaciones salineras: la de Múrtulas, Bras del Port y Pinet-Bonmatí, que son conocidas por los santapolenses más mayores como “es primeres”, “es segones” y “es terceres”, atendiendo a su proximidad al casco urbano de la villa.

Salinas de Bonmatí

Esta explotación salinera es la más antigua, conociéndose inicialmente como Salinas del Pinet. El cambio de denominación se produce sin duda con la compra de las salinas por parte de José Bonmatí Más, aunque la mayor parte del tiempo ha sido la Unión Salinera de España, S. A. la encargada de producir sal en sus 475 hectáreas. En un principio, la toma de agua se realizaba directamente a través de la gola de desagüe de la albufera.

Ello provocaba la entrada de agua dulce mezclada con la del mar, perjudicando a la producción. Pero en 1906, se concede a Don José Bonmatí la apertura de un canal independiente para alimentar las salinas directamente desde el mar. A pesar de ello, la cercanía del nuevo canal a la gola de la albufera seguía produciendo la entrada de agua dulce, por lo que se hizo necesaria la construcción de una nueva toma. En junio de 1910 se aprobará la construcción de otro canal algo más lejos de la desembocadura, quedando solucionado el problema.

Estas salinas presentaban cuatro circuitos de circulación de las aguas, dos mayores y otros dos menores. Uno de los considerados menores tiene su propia entrada de agua muy cerca de los restos del antiguo muelle para el embarque de la sal y a pesar de su corto recorrido es, en sí, un circuito completo que permite obtener la sal en sus propios cristalizadores. Este circuito menor fue desligado de la producción con su venta a la Generalitat Valenciana en 1994, pasando a ser de titularidad pública. Los demás circuitos se alimentan desde la entrada principal, que conduce el agua de mar hasta una bomba que la eleva un metro, siendo después distribuida por el circuito menor de “La Torreta” y los dos mayores. Estos, llamados “de la Real” y “de la Raspa”, en un principio fluyen separadamente, pero después juntan sus aguas en los concentradores, antes de pasar a los cristalizadores. En las balsas donde se produce la cristalización es donde se pone, evidentemente, el máximo cuidado. Éstas quedan protegidas de la entrada de aguas dulces que pudieran ser arrastradas por las lluvias desde su periferia mediante un foso excavado a su alrededor. Asimismo, las paredes de las motas o diques se protegen con muretes de piedra obtenida de una cantera muy próxima situada en la parte de la finca que ahora es de propiedad pública. Al reforzar las orillas, se trata de evitar que por acción del oleaje, el viento o las lluvias, se erosionen y se estropee la sal al caer barro en el cristalizador. Llegada la época de la cosecha, se vacía el agua que queda en los cristalizadores para permitir la entrada de la maquinaria para la recogida de la sal. Las salmueras, que exceden de los 29,5º Baumé son directamente vertidas al mar, ya que por encima de esta concentración se produce la precipitación de las sales de magnesio, de sabor amargo. Si su concentración es inferior, es posible reciclar las aguas sobrantes de los cristalizadores enviándolas de nuevo al circuito. A principios del siglo pasado, la cosecha de la sal se hacía de modo totalmente manual, necesitándose para ello abundante mano de obra. Los obreros utilizaban primitivas herramientas que muchas veces eran similares a las que se usaban para cultivar los campos. Algunas de estas herramientas las podemos ver actualmente expuestas en el Museo de la Sal de Santa Pola. La sal en bruto, que con tanto esfuerzo era recogida, se transportaba hasta la era mediante un sistema de raíles y vagonetas de inspiración minera donde se apilaba para su secado. Los hombres se empleaban a fondo para mover las vagonetas, asiéndolas mediante unos ganchos especiales hasta formar pesados convoyes de los que tiraban con fuerza las caballerías. Esta salina tenía la gran suerte de contar con un pozo de agua dulce dentro de la propiedad, lo cual permitía dar de beber a los esforzados animales.
El caserío de las antiguas Salinas del Pinet forma un
evocador conjunto al lado del mar.
Desde la era se prolongaban las vías hasta “El Mollet”, un embarcadero con estructura de madera construido en la playa. Desde allí se cargaba la sal en grandes barcazas, también llamadas “gabarras”. El sistema pivotante de las vagonetas permitía inclinar algo la cubeta para facilitar la carga de las barcazas que se encontraban amarradas a un costado del muelle. La necesidad de disponer de mayor profundidad para permitir el atraque de buques cada vez más grandes y las perspectivas de construcción de un muelle comercial en el puerto de Santa Pola, propiciaron el abandono del pantalán propio en 1974. Éste permaneció en pie hasta el 28 de diciembre de 1982, año en que un temporal extraordinario desgajó la estructura de madera. La tormenta batió con fuerza contra la Playa del Pinet causando también daños a las dos viejas gabarras que permanecían varadas en las cercanías.

Tiempo después, algunos desaprensivos, desconocedores seguramente del valor testimonial de estas embarcaciones, se encargaron de ir desguazándolas para aprovechar su madera. En el año 2004, después de un intento de reparación “in situ”, la que se encontraba en mejor estado fue cedida al Ayuntamiento de Torrevieja para su restauración. Hoy en día, mediante el empleo de maquinaria especial, se recogen con facilidad hasta 30.000 toneladas de sal al año, la cual es destinada mayoritariamente a la industria o como método para evitar la formación de placas de hielo en las carreteras. La época de la cosecha se prolonga durante los meses de septiembre y octubre. En el plano empresarial tenemos que decir que, en 1989, la Unión Salinera de España es adquirida por la multinacional belga Solvay, dedicada, entre otros campos, a la elaboración de productos químicos. Pocos años después, en 1996, será comprada por Salins du Midi (Salinas del Mediodía), integrada en el grupo francés Salins, su propietario en la actualidad.

Salinas de Bras del Port

Posteriormente a las Salinas del Pinet, se pusieron en marcha las salinas marítimas de Bras del Port S. A. (Bras = Braç = brazo), siendo su impulsor D. Manuel González Carbajal. Los trabajos para acondicionar el terreno comenzaron en 1900, aunque duraron varios años debido sin duda a la gran extensión que se quería poner en producción. Fue necesario dar forma a las balsas salineras levantando motas de contención y compactando la arcilla de los fondos para impermeabilizarlos. También se puso especial atención en aislar los cauces de drenaje que atraviesan la propiedad, evitando de esta forma la entrada de aguas dulces en los esteros salinos.

La primera cosecha tardó algo en llegar y fue de 7.000 toneladas. Cien años después, gracias al espíritu emprendedor de su actual director y propietario, D. Miguel Cuervo-Arango y Caso de los Cobos, esta salinera se ha convertido en una de las de mayor producción de todo el Mediterráneo, logrando cosechar 120.000 toneladas al año desde la temporada del verano de 2000.

Para el bombeo de las aguas se ha pasado de las norias con tracción animal de principios del siglo XX a modernas bombas, las cuales permiten controlar mejor los flujos de agua. El esquema de circulación de las aguas es complejo, existiendo seis circuitos parciales, aunque todos ellos se inician en cuatro concentradores, el PR1, el Charcolis o PR2, los Calderones o PR3 y el conjunto PR4-PR5. Desde estos concentradores el agua pasa después a los cristalizadores. Durante su recorrido, por efecto del sol y la acción del viento, se va evaporando el agua de mar y concentrando las sales, hasta que llega un momento en que ésta precipita en el fondo, aunque sería más correcto decir que cristaliza. La idoneidad del clima hace que se den 150 días de cristalización al año, lográndose un espesor medio de la costra de sal de 15 cm. El proceso nos lo explica con detalle su director, aunque se incluye en otro apartado de este libro, sirviéndonos como modelo para ilustrar la obtención o beneficio de la sal común en una típica salina marítima mediterránea. En la historia de esta salinera se pueden diferenciar claramente dos periodos: una primera etapa en la que se hacía todo manualmente (1900-1972) y una segunda etapa de mecanización (a partir de 1972).

Durante el primer período, el sistema de explotación es similar al descrito para las Salinas de Bonmatí. Los hombres rompían de forma manual la costra de sal y se empleaban también vagonetas para su posterior transporte hacia la era. También existía en la playa, frente a la zona de apilamiento, un muelle para el embarque de la sal donde tradicionalmente se aprovisionaban los pescadores de Santa Pola cuando salían a la pesca de la caballa. Los restos del antiguo muelle todavía podían apreciarse en la Playa del Tamarit hasta el verano de 2005, pero han sido desmantelados por la Dirección General de Costas. No obstante, permanecen en el lugar los restos de una antigua barcaza y existe un proyecto para su recuperación y aprovechamiento como “museo de sitio”, dadas sus innegables posibilidades educativas y de recreo, como veremos más tarde.

La segunda etapa comenzó siendo un desastre, ya que los tractores hundían la sal en el barro, sacando muy poca sal y con mala calidad. La solución que se le dio a este problema fue la de concentrar la circulación de los vehículos por encima de la sal sin recoger, la cual forma una “carretera natural”, como le gusta decir a D. Miguel. Fue necesaria también la adecuación de los viales en torno a los cristalizadores para permitir la circulación de grandes vehículos de transporte, pero al final la mejora fue espectacular, pasando de recoger 240 toneladas al día a 2.000.

Otro de los problemas que tenía la salinera era que las balsas donde se recoge la sal estaban a poniente de la carretera N-332 y la era de apilamiento al otro lado.
Miguel Cuervo-Arango ha sido artífice de la
modernización de las salinas de Bras del Port.
Para solucionar esto, en 1974 se instala una cinta transportadora sobre la carretera, dado el aumento de tráfico que estaba experimentando esta vía, máxime en verano, que coincide con la época de la cosecha. La cinta conduce la sal por encima de la carretera nacional hasta el apilador, que fue diseñado por D. Gerardo Solís en 1934, quien fue además el director de las salinas entre 1911 y 1972. Éste funciona desplazándose por un carril central que crea dos grandes montones alargados, uno a cada lado. Hoy en día, este mismo apilador sigue en funcionamiento y junto con las “montañas” de sal constituyen una de las señas de identidad de la empresa y parte del paisaje de Santa Pola. En la actualidad, Bras del Port diseña y construye su propia maquinaria y, en general, se han mecanizado todos los pasos del proceso de obtención de la sal, aunque el esquema de trabajo sigue siendo básicamente el mismo. Cuando ha llegado el momento, se abre un primer surco sobre la capa de sal del cristalizador para evacuar la salmuera residual. Tres días después, ya puede entrar la máquina más importante, un tractor equipado con un “rotovator” o conjunto de cuchillas que va cortando la endurecida costra de sal. En su avance, va formando un caballón hacia adentro, depositándolo sobre la capa que queda por cosechar. El sistema va equipado con un nivelador láser que envía continuamente una señal a un receptor montado en el tractor. El receptor va conectado al sistema hidráulico del rotovator para regular con precisión hasta donde han de profundizar las cuchillas. Con este sistema se evita remover los barros del fondo al dejar un margen de seguridad.

Después, entra en acción la “cosechadora”, la cual, como si se tratase de una cosechadora de cereales, va recogiendo la sal del caballón que previamente ha formado la “cortadora”, de manera que nunca puede llegar al barro. La cosechadora va equipada con una pequeña cinta transportadora que va llenando el volquete o “dumper” que va al lado y la acompaña siguiendo su ritmo.
El primer paso en la cosecha se realiza con la
máquina "cortadora", que va rompiendo con la
precisión del láser la costra de sal.
Cada “dumper” se llena en menos de un minuto, por lo que siempre ha de haber otro detrás esperando para tomarle el relevo. De esta forma es posible recoger más de 300 toneladas cada hora, lo que se traduce en 250 toneladas efectivas tras el lavado. Después, los “dumpers” pasan su carga a los camiones que se encuentran en los caminos que rodean el cristalizador, los cuales cuentan con una capacidad de carga de hasta doce toneladas. Con ello, lo que se consigue es que la maquinaria que circula por dentro del cristalizador no esté entrando y saliendo del mismo, manteniendo la limpieza de la sal. De los camiones la sal pasa a unas tolvas y de ahí a unos grandes bombos centrifugadores, añadiéndose tan sólo un poco de agua totalmente saturada para impedir la redisolución de la sal. Las centrífugas se instalaron en 1988 y se utilizan para mejorar el análisis químico final, dejando un producto con una humedad del 4%. Tal cual, se puede vender como “sal húmeda”, aunque la “sal seca” deberá ser deshidratada. Con todo ello se obtiene un producto de alta calidad, con una riqueza de más del 99,6% en cloruro sódico (porcentaje sobre muestra seca).

Desde 1975 la sal se expedirá por el puerto de Santa Pola, aunque en estos momentos predomina el transporte por carretera. La sal en bruto se vende habitualmente en grandes sacos (llamados “big-bags”) o a granel, destinándose a todo tipo de usos, sobre todo para la descalcificación, que requiere una sal de gran pureza. Como en sus orígenes, sigue siendo muy apreciada en los países nórdicos para la salazón del bacalao, ya que contienen cierta cantidad de sales de magnesio, las cuales hacen que el pescado preparado con esta sal mantenga algo de humedad y sea más jugoso. Desde 1963 se comercializan otros productos envasados, diversificándose la oferta con productos de valor añadido, tales como sales para uso doméstico como las que se emplean en los lavavajillas para descalcificar, surtiendo a las principales industrias del sector. También se producen sales para el consumo humano más o menos trituradas o molturizadas, para salazones, sal de cocina, sal de mesa, etc. Todo el proceso, es decir, extracción, molturación, deshidratación, envasado y venta, cuenta con la certificación I.S.O. 9002: 1994, un título que certifica su calidad, siendo la primera y única salina marítima de Europa en conseguirlo.

La superficie total es, según la sociedad, de unas 823 hectáreas, de las que 675 se destinan en la actualidad a la producción: 600 Ha. para balsas concentradoras y unas 75 Ha. para cristalizadores.
La "cosechadora" va recogiendo la sal y cargándola en los
"dumpers".
Para ello es necesario el mantenimiento de 256 kilómetros de diques, de los que 80 kilómetros, los que se corresponden con los cristalizadores, están protegidos con tablas de madera para evitar su erosión y la caída de tierra sobre la sal a recoger. En este momento, la empresa está trabajando en la obtención de un producto con aplicaciones biotecnológicas: la bacteriorrodopsina. Se trata de un componente de naturaleza proteica que se encuentra en la membrana de las halobacterias, que son aquellas bacterias especialmente adaptadas para la supervivencia en un ambiente con una alta concentración salina. Los microorganismos poseen este pigmento en sus membranas para protegerse de la intensa radiación solar a la que se ven expuestos. Estas bacterias pueden llegar a proliferar en gran número en las balsas salineras, confiriendo al agua su típica coloración, que puede llegar al rojo-púrpura. La proteína es capaz de cambiar su configuración electrónica, por lo que se está estudiando su utilización como soporte para el almacenamiento de grandes cantidades de información en nuevos ordenadores. Para su producción, se ha creado la División Halophiles Biotechnology, con una línea de productos derivados de microorganismos halófilos.

Salinas de Múrtulas

Esta explotación, de más reciente implantación, es la que se encuentra más próxima al casco urbano de Santa Pola y fue propiedad de Salinera Española, S. A. En 1901 se realizó la petición para su instalación y en Real Orden de 15 de julio de 1904 fue autorizada por parte del entonces Ministerio de Agricultura, Industria, Comercio y Obras Públicas. En la R.O. se le concede asimismo el construir un canal dentro de la Zona de Dominio Marítimo-Terrestre, con objeto de conducir las aguas del mar hasta su propiedad. Este canal, conocido como el “sequió”, ha quedado soterrado a causa de la expansión urbanística en esta parte del municipio y aunque la caseta de bombeo ha sido derribada no hace mucho, tradicionalmente ha sido el límite entre las zonas de baño de Playa Lisa y Gran Playa.
A pesar de contar con la autorización pertinente, estas salinas no son inauguradas hasta 1924, contando con la dirección de don Antonio Múrtula Múrtula, motivo por el cual son conocidas como Salinas de Múrtulas. En esa misma época se instaló un molino para triturar la sal y poder obtener de esta forma un producto listo para su comercialización. Mediante el mismo sistema de vagonetas descrito con anterioridad, se acarreaba la sal en bruto hasta el molino, sirviéndose de la ayuda de animales de tiro. Allí se volcaba el contenido en un depósito subterráneo a modo de silo y mediante un sistema de cazoletas conectadas a una cadena de cangilones se elevaba la sal hasta la tolva superior, desde donde era distribuida a los dos sistemas de molido. Uno de ellos consistía en un juego de rodillos o cilindros dentados con el que se obtenían las sales más gruesas. El sistema de engranajes para hacer girar los rodillos, a base de dientes rectos y su previsiblemente deficiente ajuste, permiten aventurar que todo aquello debía de hacer un ruido infernal (Guillermo Gallardo com. pers.).

Por su parte, el molino para obtener las sales más finas estaba basado en el funcionamiento de los molinos de piedras para cereales. Las ruedas de molino reciben el nombre de solera y corredera: la solera permanecía fija, mientras que la corredera giraba sobre la anterior para moler los granos de sal. Tan sólo se montó un molino de este tipo, aunque el mecanismo estaba preparado para acoplarle un segundo juego de muelas. Lo más curioso es que todo el sistema, incluyendo la cadena para subir la sal a la tolva, el molino de rodillos y el de piedras, se hacía funcionar a partir del movimiento de un único eje, aunque era posible desconectar cada parte actuando sobre los engranajes y correas. La línea eléctrica para poner en marcha este pequeño ingenio provenía de la salinera de Bras del Port, que a su vez la había conseguido prolongando la conducción desde Elche. Fue una de las primeras líneas que se instalaron en Santa Pola, antes incluso de que se electrificara el casco urbano.

Un vistazo detenido a su oxidada maquinaria de hierro nos permite hacernos una idea de la evolución de muchos elementos de la mecánica desde principios de siglo: dientes rectos en lugar de helicoidales, cojinetes a base de piezas de bronce con un rudimentario sistema de engrasado en lugar de los actuales rodamientos de bolas, etc. Este último aspecto no debía ser desconocido por los “amigos de lo ajeno”, que se encargaron de robar estas partes, las de mayor valor, durante el tiempo en que el edificio permaneció abandonado. También ha desaparecido la piedra superior del molino de sal fina, el motor eléctrico que lo impulsaba y otros elementos como las correas, que debieron ser de piel.

El resto del mecanismo, fabricado a partir de fundición de hierro, ha sufrido un intenso proceso de oxidación al trabajar en contacto íntimo con la sal, cuya acción corrosiva sobre este metal es por todos conocida. El resultado es que se han “fusionado” entre si muchas piezas, impidiendo que se pueda volver a poner en marcha pero, a pesar de todo, el conjunto es muy evocador.
Las Salinas de Múrtulas registraron su última campaña de extracción de sal en el verano de 1979, quedando en “espera de mejores situaciones en el mercado”. La empresa Salinera Española, S. A. continuó el negocio en sus establecimientos de la Bahía de Cádiz, las Salinas de San Pedro del Pinatar (Murcia), Formentera e Ibiza, aunque acabó vendiendo su propiedad en Santa Pola. Su menor tamaño, tan sólo unas 22 Hectáreas y una inadecuada adaptación a los nuevos tiempos, hizo que se volvieran poco competitivas en el esquema de producción de la sal de aquel momento. En la actualidad, las antiguas balsas salineras permanecen inundadas, aunque sin actividad. Tras su abandono, el Ayuntamiento de Santa Pola adquirió parte de la finca original, incluyendo el antiguo molino de la sal y una balsa de casi 50.000 m2. El molino fue aprovechado para instalar en torno a él el Museo de la Sal, el cual hace las veces de Centro de Información del Parque Natural de las Salinas de Santa Pola, como se ha comentado anteriormente. Ambas instalaciones son gestionadas por la Conselleria de Territorio y Vivienda de la Generalitat Valenciana, siendo altamente recomendable su visita para poder entender su funcionamiento. La balsa adyacente actúa a su vez como “charca de contacto”, donde los visitantes pueden conocer parte de la rica avifauna que encuentra en las salinas un ecosistema adecuado a sus requerimientos, siendo un claro ejemplo de desarrollo sostenible.