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El mundo subacuático ha suscitado curiosidad en el hombre desde el comienzo de su historia. Ya durante la prehistoria el hombre comenzó a sumergirse a pulmón en los grandes yacimientos de moluscos, en zonas como Portugal y el Mar Báltico. Asimismo existen pruebas de que alrededor del año 168 a.C, en la antigua Grecia, se utilizaron herramientas y aparatos sumergibles, basados principalmente en una campana, que invertida dentro del agua, conservaba un volumen de aire, en el cual los buzos podían introducirse y respirar.

Durante la edad media y el renacimiento, Leonardo da Vinci, diseñó diversos instrumentos de buceo, como un tubo para respirar, y un casco completo con un rudimentario respirador. A partir del s.XVIII, los inventos de nuevos artefactos que permitían al hombre sumergirse bajo el agua se van sucediendo, aunque sin alcanzar una autonomía completa y ofreciendo una visión del entorno generalmente limitada.

Es ya en la época moderna, concretamente en 1943, cuando aparece el primer aparato que permite el buceo de forma totalmente autónoma. El responsable de este descubrimiento fue Jacques-Yves Costeau, junto con el ingeniero Emile Gagnan, los cuales inventaron la llamada escafandra autónoma, que permitía una autonomía completa así como inmersiones a profundidades antes inimaginables.

En un principio, la escafandra autónoma se utilizó principalmente con fines profesionales y militares y por lo tanto, poco accesibles al público en general. El desarrollo de posteriores investigaciones y los avances en las técnicas y fisiología del buceo posibilitaron la aparición del buceo deportivo como actividad lucrativa.

En la actualidad, la práctica de este deporte pone al alcance de gran cantidad de personas la posibilidad de sumergirse en un mundo sorprendente, donde la sensación de ingravidez, así como la posibilidad de observar fauna y flora desconocida y muy diferente a la existente en medios terrestres, se convierten en una actividad única y sorprendente.

Aún así la práctica del buceo deportivo, cada vez más extendida, requiere conciencia y precaución, por lo que es necesario aprender sus técnicas mediante cursos específicos que nos permiten alcanzar distintos niveles de especialización.

Los aspectos más importantes a tener en cuenta, con respecto a la seguridad en el buceo se pueden sintetizar en:

  • Atender, respetar y aplicar las normas básicas de seguridad.
  • Documentarnos antes de realizar una inmersión obteniendo información acerca de las condiciones de la misma, o bien realizarla con alguien que la conozca bien.
  • Bucear SIEMPRE en pareja, prestando atención a nuestro compañero.
  • Planificar la ruta antes de cada inmersión, mediante la utilización de las tablas de descompresión o el uso de un ordenador personal de buceo y manteniéndonos alejados de los límites de profundidad y tiempo recomendados.
  • Revisar cuidadosamente el equipo antes de cada inmersión.
  • Chequear frecuentemente el manómetro mientras se bucea, garantizando que tenemos aire suficiente para finalizar la inmersión.
  • No realizar ninguna inmersión cuyas condiciones excedan de nuestra formación, nuestro estado físico y/o nuestras capacidades técnicas.
  • Para cada inmersión, asegurarse de llevar el equipamiento adecuado y necesario para garantizar la seguridad.
  • Tener la flexibilidad suficiente para adaptarnos a las condiciones, no dudando en abortar la inmersión antes o durante la misma, si las condiciones climatológicas o de otro tipo, lo hicieran recomendable.

    El buceador cuando se sumerge comparte el medio con multitud y variedad de organismos, los cuales están adaptados a unas condiciones determinadas. La capacidad de los fondos para tolerar la presión que implica la presencia y las actividades de los buceadores no es ilimitada. El uso sostenible del buceo permite que el medio en el que se practica permanezca lo más inalterado posible.

    El buceo deportivo realizado de forma responsable y consciente, con respeto hacia el medio natural, no supone una alteración significativa del mismo y por lo tanto, se convierte en una actividad compatible, resultando mínimos o incluso nulos los posibles impactos. Para ello el buceador debe tener en cuenta una serie de buenas actitudes y realizar prácticas respetuosas con el medio.

    Las normas básicas para llevar a cabo un buceo ecológico y responsable medioambientalmente, son sencillas y fáciles de aplicar, tanto para buceadores expertos, como para aquellas personas que realizan sus primera inmersiones.



    Entre las conductas ecológicamente aceptables destacaremos las siguientes:

  • No alimentar a peces y otros organismos, como pulpos, morenas y congrios. Si lo haces podrás alterar su forma de vida y comportamiento e incluso ocasionarles trastornos gastrointestinales por el tipo de alimento, al cual no están habituados. Además, al acostumbrarlos a ser alimentados, les privamos de su principal estrategia de defensa: la precaución frente al ser humano, pudiendo ser capturados con mayor facilidad.
  • Aletear suavemente, fijándote en no golpear el fondo o las paredes cerca de las que buceamos.
  • Mantener flotabilidad neutra para evitar arrastrarse por el fondo y golpear el techo de las cuevas.
  • Evitar apoyarse sobre las rocas, si no hay más remedio, hacerlo suavemente y mirando siempre antes, para evitar dañar los organismos fijados sobre ellas.
  • No molestar a los animales o intentar sacarlos de las cuevas y escondites. Esto les genera una elevado estrés que puede llegar a matarles.
  • No girar las rocas. En caso de hacerlo volverlas a poner en su posición original. Existen organismos que viven resguardados bajo las rocas, como las ofiuras, las orejas de mar, adaptados a intensidades de luz bajas o incluso nulas, a estos organismos se les denomina esciáfilos. Por el contrario los que se encuentran sobre la roca requieren la incidencia de la luz solar, son los llamados organismos fotófilos. Si giramos las rocas y no las devolvemos a su posición original, estaremos cambiando las condiciones lumínicas repercutiendo negativamente sobre ambos tipos de organismos.
  • No arrojar basura. Si mientras llevamos a cabo una inmersión y encontramos restos de bolsas plásticas, botellas o incluso plomos de pesca, podremos retirarlos del fondo, ayudando con ello a mantenerlos limpios.
  • Si fondeamos, procurar llevarlo a cabo sobre un fondo arenoso y no sobre la pradera de Posidonia.
  • No te lleves recuerdos de tus inmersiones. Las conchas, los esqueletos de erizos, incluso las estrellas de mar suelen llamar la atención y muchas personas se los llevan como objetos decorativos. Mantén el ecosistema en sus condiciones naturales.

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