Senderos de la Sal - Guía de Itinerarios por las Salinas de la Provincia de AlicanteSenderos de la Sal - Guía de Itinerarios por las Salinas de la Provincia de Alicante
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Itinerario|La ciudad|Historia, fiestas y tradiciones|Infraestructuras|La Salina de Calpe


INTRODUCCIÓN

Situación

La Salina de Calpe ha entrado a formar parte de la trama
urbana debido al fuerte crecimiento urbanístico.

La Salina de Calpe se encuentra en la Marina Alta, en la localidad que le da nombre y junto al Peñón de Ifach, Parque Natural y auténtico emblema de esta comarca. Su singularidad reside en que el desarrollo urbanístico de esta ciudad turística ha ocasionado que el paraje haya entrado a formar parte de la trama urbana de Calpe. Por este motivo se hace necesario el poner en marcha medidas tendentes a mantener el equilibrio de este ecosistema, aún más singular ahora si cabe. Dado su carácter de marisma litoral, aparece en el Catálogo de Zonas Húmedas de la Comunidad Valenciana, debiendo resaltar sus valores naturales y sobre todo paisajísticos.

Origen geológico de la laguna

La actual laguna se encuentra sobre los terrenos que antaño fueron una bahía abierta al mar. Durante el periodo Cuaternario, la ensenada fue perdiendo comunicación con éste por la aparición de dos cordones o barreras litorales, los cuales se desarrollaron en la línea de costa. El primero de ellos surgió al sur del Peñón de Ifach por el levantamiento y afloramiento de dunas que quedaron fosilizadas durante un periodo geológico anterior, el Pleistoceno. Esto ocurrió hace casi dos millones de años, pero los materiales que afloraron pueden ser hoy en día observados perfectamente en la Playa del Cantal Roig, ya que forman el marco que la delimita y sobre los que se asienta parte de un paseo marítimo. La segunda barrera se formó posteriormente, durante el Holoceno y su origen y evolución son diferentes. El cordón se desarrolla por la acción de los vientos dominantes que actúan aportando materiales a fuerza de erosionar la línea de costa.

Al mismo tiempo, la corriente marina superficial originada por este mismo viento, va disponiendo estos materiales en forma de cordón hasta aislar una zona interior. Este cordón seguirá desarrollándose, siendo después el origen de la actual Playa de la Fossa. Hay que destacar que en el proceso influye de manera significativa la presencia del Peñón de Ifach, que en esos momentos era una isla sin conexión con el continente. Esta mole calcárea modifica con su presencia la dinámica de las corrientes marinas a escala local, propiciando la acumulación de depósitos arenosos que acabaron por conectarlo al continente mediante lo que se denomina un tómbolo. El resultado de la aparición y desarrollo de ambas barreras es que se acabó cerrando por completo lo que empezó siendo una bahía. Los procesos de modelado costero hicieron que primero se convirtiera en una albufera, al mantener todavía alguna comunicación con el mar y por último en laguna litoral, sin comunicación natural con éste. Puede que el cerramiento completo sea muy reciente, ya que en tiempos históricos todavía se habla de un canal de marea o grao en la playa de la Fossa, por donde todavía entraría el agua del mar cuando los vientos soplaban contra la costa.

LA EXPLOTACIÓN SALINERA
La importancia de los Baños de la Reina


La utilización de la laguna como salinas se podría remontar a la época de la ocupación romana de Hispania. Podemos hacer esta afirmación en base a la existencia de una importante industria de salazones romana en el complejo Morelló - Banys de la Reina. En él encontramos, por un lado, la propia factoría salazonera, cuyos restos han sido puestos al descubierto tras las excavaciones efectuadas junto al Molí del Morelló. Por otro lado, aunque conectadas físicamente a la factoría, se encuentran las instalaciones bautizadas como los Baños de la Reina. El conjunto está formado por una serie de estanques excavados junto a la playa y directamente en la piedra tosca, los cuales están conectados entre sí y a su vez con el mar. Por este motivo, se pensó en un principio que podía estar dedicado al baño de los nobles y de ahí surgió su pomposo nombre. Hay que señalar que existen en la provincia de Alicante otros restos arqueológicos bautizados igualmente, aunque tal vez sean los de Calpe los más completos y mejor conocidos. Cavanilles los cita y describe ampliamente en su obra, dando credibilidad a la creencia popular sobre su uso. Debió apoyarse en la certeza de que el lugar era el elegido por los romanos adinerados, dada la presencia de ricos mosaicos que él mismo se encargó de excavar y que debieron decorar suntuosas villas de campo. Lo cierto es que hoy consideramos los Baños de la Reina como los restos de una piscifactoría, que serviría para mantener vivos pequeños peces destinados a la producción de salazones y salsas de pescado. La existencia de factorías de salazón romanas conlleva: la presencia de una almadraba, es decir, de un dispositivo para la captura de los atunes durante su migración; la disponibilidad de agua dulce y, como no, la presencia del conservante, que en este caso sería la sal procedente de las salinas, como se ha comentado anteriormente.

Según lo que hemos podido conocer acerca de la producción de salazones por los romanos, en estas factorías se procesaba el pescado de una forma que podríamos calificar de “industrial”. El pescado era fileteado y salado, como forma de conservarlo largo tiempo, lo que permitía al mismo tiempo su comercialización. Pero también se preparaba otro producto muy apreciado en la época: el garum romano. Se sabe que ya lo elaboraban los griegos a partir de una especie de pez que denominaban gáro y que luego los romanos produjeron en sus factorías. En unos depósitos a modo de cubetas, disponían diferentes capas de vísceras y otros restos de pescados. Se usaba
La importancia del complejo salazonero del Molí
del Morelló se fundamenta en la existencia
de las Salinas de Calpe.
principalmente la caballa, pero también se utilizarían aquí las partes del atún que no podían ser aprovechadas para el salazón, así como pequeños peces enteros, mezclados con diferentes hierbas y una importante cantidad de sal para evitar la putrefacción. Esta mezcla maceraba al sol durante un mes, e incluso todo el verano, siendo removido con frecuencia. Los diferentes productos de esta maceración y su filtrado eran garum, liquamen, muria y hallec. El garum era más bien un condimento y a pesar de lo que pudiera parecernos al leer sobre el modo en que se preparaba y del fuerte olor que con toda seguridad desprendía, era muy valorada, casi un artículo de lujo para la preparación de muchos platos.

Devenir histórico

Desde el aislamiento de la albufera respecto al mar, se ha producido su aprovechamiento por las gentes del lugar. Primeramente pudieron ser utilizadas como salinas marítimas por los romanos, atendiendo a los indicios antes expuestos. Con el tiempo, esta hondonada natural se fue aterrando y rellenando, lo cual hizo posible incluso su puesta en cultivo. Desconocemos si fue cultivada en toda su extensión o sólo en las zonas perimetrales más propicias para ello, pero lo cierto es que, según las descripciones de la época, se hizo necesaria la excavación de la zona para volver a recuperar la actividad salinera en tiempos recientes. Andrés Ortolá es un vecino de Calpe cuyo interés y afán por conocer la historia local le ha llevado a recorrer archivos y bibliotecas en busca de documentos en los que haya quedado reflejada la historia de su pueblo. Gracias a su interés, hemos podido documentar buena parte del devenir de “La Salina”, con la que además tuvo relación a través de su padre que fue uno de los encargados. A pesar de su esfuerzo, existe un vacío documental y arqueológico que de cuenta de la situación de las Salinas de Calpe tras la caída del Imperio Romano, durante el dominio visigodo o durante la presencia de los árabes en España. Volvemos a recuperar el hilo de la historia de las salinas calpinas tras la conquista del Reino de Valencia por parte de Jaume I, quien dispone sobre ellas los precios y lugares donde comerciar con la sal. Posteriormente, en 1260 el rey concede las salinas a Bernat de Clora, adquiriendo con ello el compromiso de entregar a la corona las 4/5 partes de la producción de sal, así como de otros beneficios que pudieran producirse.

Después, en 1263 queda constancia del arrendamiento por cinco años a Guillermo de Narbona. Al mismo tiempo, el rey dictará la obligación de todos los habitantes del reino “Ultra” a aprovisionarse de sal únicamente en las salinas de Castellón y Calpe. También hay constancia de otro arriendo en 1364, por parte del conde de Denia a Guillem Buigues. La utilización de la Laguna de Calpe para la obtención de sal debió continuar a lo largo de la Edad Media y así nos lo relata el historiador Escolano en el siglo XVII. Es curioso, además, constatar en sus textos las numerosas interpretaciones antiguas acerca de la cristalización de la sal, algo que debía tener casi cierto halo de magia: Las que se benefician a raiz del cabo Ifax en lo de Calpe, entre el mismo mar y dicho Promontorio […]. Porque dando passo al agua del mar por ciertos canales va a parar a un llano, a la falda del cabo Ifax, que se reparte en diferentes salinas. El agua que en ellas se recoge, fomentada del rocío del cielo y apretada del viento cierço, se congela y convierte en sal, que Plinio llama espuma marina; y Georgio Agricola, hijo de la espuma o sal Virgen. De la qual se surten los Pescadores de Calpe para salar la innumerable pesca de la sardineta.

En el siglo XVIII continuó el sistema de arrendamientos para la explotación de la salina. Pero fruto de una mala administración, las instalaciones se van deteriorando hasta alcanzar un punto de dejadez que quedará reflejado en un informe fechado en
La Salina de Calpe ha entrado a formar parte de la trama
urbana debido al fuerte crecimiento urbanístico.
septiembre de 1738: Los estanques, calentadores, acequias, muelles y las eras, así como el deterioro en que se encuentra el tejado del salero, ya que conforme cahia el agua del cielo, dava sobre la sal, de que se siguió notable perdida, y se deshicieron mas de 700 fanegas de sal, que se hallaron de menos, pues dicho tejado estava tan claro, que por las mas partes se vehia el cielo, y la casa que esta separada, se esta cayendo, y no se atreven á habitarla los Administradores por temor de su ruina y la ermita que es más moderna esta deteriorada.

A este estado ruinoso debieron contribuir los saqueos de los piratas berberiscos, ya que dificultaban el comercio de la sal hasta el punto de que el Cónsul de Holanda, uno de los destinos de la sal calpina, enviará una carta dirigida al Director General de Rentas Generales. En esta misiva, fechada el día 30 de junio de 1755, el diplomático se queja del peligro de los piratas que infectan las costas de Calpe. En 1782, el Administrador General de Valencia propone diferentes reparaciones necesarias para el buen funcionamiento de la salina aunque, al final, se llega a la desalentadora conclusión de que: [Serian inútiles el gasto […] por la mala constitución de las eras y depósitos de la salina, por lo que no tendrían subsistencia las obras por la falsedad del terreno y haverse planificado la fábrica sin más arte que el haverla formado cavando en un llano.]

El 16 de abril de 1786, el Administrador General de la Renta de Salinas, pide expresamente acabar con la explotación de la sal en Calpe en los siguientes términos: con motivo de las continuas lluvias de estos últimos años, nos hizo presente el Administrador General en principios del próximo pasado, que ya se havia deteriorado la Salina, en términos que se hacia preciso repararla formalmente para que fabricase, pero que haciéndose cargo del mucho coste que siempre ha tenido à la Renta el mantenerla, sin embargo de la escasez de sus cosechas, y viendo por otro lado la comodidad de surtir aquel Partido con Sales de la Mata, que por ser de mejor calidad, las apetecen los pueblos, le parecía mas útiles el extinguir la salina de Calpe, y trasladar la Administración àla ciudad de Dènia, que esta inmediata, por ser un Puerto mas seguro y de mas Comercio, à donde acuden la mayor parte de los Vecinos de aquellos Pueblos, como Cavesa de Partido, y al contrario la Playa de Calpe, donde están expuestos los Barcos que conducen la Sal, mientras se hacen las descargas.

Algunos vecinos de Calpe, en una carta enviada el 30 de septiembre de 1786, recurrirán el informe, advirtiendo sobre las consecuencias del abandono de la salina: Pues abandonada esta fabrica como en el día lo está, queda una laguna y rebalso de aguas, que corrompidas por la falta de corriente y el calor, infestan los ayres, de estos Paices, de tal forma que son y serán inaguantables las costelaciones de terciarias que padece esta Villa y sus moradores, y según se amenaza en el Acta Medica se padecerán en lo venidero.

El 12 de abril de 1787 se dicta la resolución para que se “inutilice y extinga la Salina”. De esta forma, los pueblos que hasta ese momento se abastecían en Calpe tuvieron que pasar a hacerlo de los alfolíes o depósitos de Denia, Alicante o Gandía, según su situación geográfica. Al final de los trabajos, el Visitador General de la Real Renta de Salinas, deja constancia del hecho: [en 32 días útiles de trabajo he logrado enteramente la destrucción y allanamiento a la referida fabrica, con la mayor perfección, hasta dejar el terreno, o sitio, en la propia disposición que crió naturaleza, e igual a la altura de los campos a su circunferencia, de forma, que quedando como queda, bien cerrada la acequia o conducto, por donde se introducían las aguas en la salina; y que las del invierno las consumirá la tierra.].

Cavanilles nos cuenta poco después, a finales del S. XVIII, que las salinas se encuentran en estado de abandono. [En la llanura contigua á las raices de Hifác habia unas salinas que se abandonáron estos últimos años por creerse causa de las calenturas intermitentes que solian padecerse. Lo cierto es que en años lluviosos se juntan muchas aguas en el recinto llamado Saladár, y no hallando salida forman pantanos, y se corrompen en verano]. En 1871, tras la aprobación de la Ley de Desestanco de la sal se produce la subasta de las Salinas de Calpe. Anteriormente el Estado controlaba toda la comercialización de la sal en régimen de monopolio, tal y como ocurre hoy en día con los tabacos, estando sus rentas sometidas a elevados impuestos. La descripción que se hace de los terrenos para la subasta dice: [Este terreno, convertido en una laguna y las partes altas en terreno salitroso y pantanoso, no produce nada ni es susceptible de cultivo alguno, únicamente cría escasos pastos, siendo la sosa la planta que más abunda y cuya superficie es comprensiva de 32 hectáreas, 20 áreas o 80 fanegas, equivalente a 64 jornales, 3 anegadas, 87 brazas. Los peritos lo tasaron en 800 pesetas, y no produciendo renta alguna, sale a subasta por dicha cantidad.]. Tanto esta descripción como la del testimonio del geógrafo y eminente botánico Cavanilles, sugieren que la previsión del Visitador General de la Real Renta de Salinas, quien pensaba que el agua “del invierno” (refiriéndose al agua de lluvia) se infiltraría en el terreno y desaparecería, era equivocada. Por otro lado, Cavanilles parece confundirse al creer que las fiebres son el motivo y no la consecuencia del abandono de las salinas, ya que los mosquitos responsables de la propagación de las fiebres Tercianas no se reproducen en un agua excesivamente salada. En 1876 la Comisión Hidrográfica levanta un plano de la costa de Calpe en donde aparece la salina, lo cual hace pensar que hubo al menos un intento de volver a ponerla en producción.


Un momento de la recogida de
la sal durante los años 50.
La última etapa
En 1917, Vicente Buigues Ferrando comienza una nueva etapa de explotación de la salina, siendo el precursor de las Salinas de Calpe tal y como las hemos conocido en tiempos recientes. Sus anteriores propietarios tenían la finca plantada en parte de viñas, que Vicente Buigues, el “ti Marguí”, como se le conoce en Calpe, ordenó arrancar, dando forma a las nuevas balsas e inundando de nuevo el lugar con agua de mar. Para evitar que el agua dulce penetrara en los esteros, lo cual podía ocurrir desde los terrenos circundantes con las lluvias, se construyeron acequias para evacuar las aguas pluviales. Dicha obra fue necesaria para incrementar y mejorar la producción, ya que la salina está en la zona más baja de una pequeña cuenca vertiente con algunos pequeños barrancos, de los cuales el principal es el Barranco de la Merced. Por otro lado, para introducir el agua de mar en las balsas, su nuevo propietario ideó un ingenioso sistema. Con piedra tosca levantó unos muros de poca altura formando una especie de pilas. Estas se llenaban por el envite del oleaje y desde allí, el agua era conducida mediante acequias sin necesidad de bombeo. Posteriormente se instalaría una noria en la playa movida por una caballería para poder elevar e introducir el agua en el circuito.

Este tipo de noria era similar a otras utilizadas, por ejemplo, en el campo de Cartagena, donde también se las llama “timpan”, nombre que reproduciría el sonido del mecanismo al estar en funcionamiento, algo así como un “pim-pam” continuo. Desde allí, el agua discurría a través de una acequia hasta otro “timpan”, éste situado en medio de la salina, permitiendo las dos norias en conjunción la inundación de las balsas a voluntad. Al tiempo que se ponía en marcha de nuevo la salina eran erradicadas las fiebres Tercianas.

La explicación para esto es que el vector de transmisión de esta enfermedad no es otro que los mosquitos, los cuales proliferan en el agua dulce, pero que no pueden completar su ciclo en un agua tan salada como la del mar. Es reseñable que el mismo Vicente Buigues padeció esta enfermedad en su juventud, motivo por el cual se vio forzado a emigrar a Cabo de Palos, en Murcia, donde también se dedicaría al negocio de la sal. La primera cosecha de sal llegaría poco después y no superó las dos toneladas.

En aquel entonces, todos los trabajos se hacían a mano y los hombres rompían la costra de sal con ganchos, arrancando y volteando los trozos cuadrados, formando montones. Durante la administración de Antonio Buigues Vives, hijo de Vicente Buigues, (1940 a 1960) llegarán nuevas mejoras. Se construye una nueva acequia perimetral para evitar que las aguas pluviales penetraran en los esteros y mermaran la cosecha de sal, se instaló un motor para el bombeo de agua de mar a las salinas (primero un motor semi-diesel y después uno eléctrico), se compran molinos nuevos y se construyen nuevas balsas, también arreglando las existentes. Hasta 1972 es la familia Buigues quien explota directamente las salinas, pero ese año le son arrendadas a José Sanchís, quien era su mejor cliente. Los Sanchís, conocidos en Gandía como los “Salerosos”, continuarán con la actividad hasta el cierre definitivo en 1988.

Proceso de producción


José Ortolá es el último hombre de Calpe
que sabe "hacer sal".

Por boca de quien ha sido el encargado de “hacer la sal” durante cuarenta y dos años de historia de la salina, José Ortolá Avargues, hemos podido conocer el proceso de producción de la sal. Él es en Calpe, a sus noventa y dos años de edad, el “últim home que sap fer sal”. La circulación de las aguas entre las charcas se regulaba mediante pequeñas compuertas o “tablachos” de madera. El agua de mar se hacía pasar de balsa en balsa alcanzando cada vez mayor concentración salina a medida que se iba evaporando en su camino hacia los cristalizadores. Una característica del sistema de “tablachos” es que permitía paliar en cierta medida el daño causado por las lluvias, evitando que se rebajara el grado de salinidad conseguido y disminuyera la cosecha.

El agua “dulce” de lluvia es menos densa que la salada, por lo que forma una capa durante cierto tiempo que flota sobre el agua de las balsas, de manera que, rebajando la altura de la compuerta, se podía conseguir que esta capa fluyera, siendo eliminada antes de que el viento mezclara las dos fases.

Los efectos de una posible redisolución de la sal, por haberse rebajado su concentración por debajo de los 18º Baumé, se notaba después en los cristalizadores, ya que la superficie de la costra que se había formado quedaba perfectamente lisa, en lugar de su habitual textura irregular en donde se aprecian claramente los cristales. Según nos cuenta José Ortolá, la sal comenzaba a cristalizar a partir de los 18º Bé, aunque no se alcanzaba un rendimiento completo hasta los 25º Bé. Se trataba de evitar a toda costa que se concentrara demasiado la salmuera, ya que por encima de los 29º Bé comienza a precipitar la “magnesia”. Estas sales de magnesio, al estar presentes en exceso en el producto final, reducen la calidad de la sal al otorgarle un sabor más amargo e influir en la calidad de los salazones. La cosecha de sal se obtenía de tres grandes cristalizadores y solía rondar las 2.600 o 2.700 toneladas.

En ocasiones, era posible realizar hasta dos cosechas, una a finales de julio o principios de agosto y una segunda entre los meses de septiembre y octubre, aunque esta última se solía complicar al iniciarse el periodo de lluvias otoñales. La sal la recogían los hombres a mano, los cuales debían tomar precauciones para protegerse los pies y parte de la pierna del contacto permanente con la salmuera. Además, había que utilizar gafas de sol, necesarias para evitar que el reflejo de sus rayos sobre la blanca costra de sal dañara los ojos, un efecto similar al que se produce con la nieve. Mediante unos rastrillos se iba arañando la capa de sal, que alcanzaba por término medio unos 10 cm. Se ponía especial cuidado en no llegar hasta el barro del fondo, de forma que se obtenía un producto libre de impurezas. Al mismo tiempo se iban formando multitud de pequeños montones de no más de un metro de altura. Durante la cosecha se montaba un pequeño tendido ferroviario, sobre un carril de tierra de 5 metros de ancho. Ello permitía, con la ayuda de unos mulos, conducir la sal mediante vagonetas mineras hasta la “garbera”, donde se apilaba para que se secara. Las vagonetas eran de hierro y todos los años se tenían que tratar para impedir que se deterioraran de manera irreversible. La sal, una vez seca, se trituraba mediante un molino de rodillos, que funcionaba sin necesidad de electricidad, al aprovechar la fuerza del viento.

El primero de los molinos que se montó tenía “velas” de tela, hasta que Antonio Buigues montó otro que consistía en una torre de hierro con palas de chapa, el cual tenía un mejor rendimiento.

El sistema de rodillos permitía cierto reglaje, a fin de obtener “sal molida corriente” triturada para “salazón”. Junto a la garbera se encontraban las oficinas y almacenes, en una explanada junto a la salina.

Hasta allí se acercaban los interesados con sus carros a comprar la sal, cargando a mano con palas hasta dos toneladas, aunque después vendrían los camiones. Llegaban desde los pueblos cercanos: Denia, Gandía, Benisa, Ondara, Senija, Callosa d’En Sarriá, Sella, Altea y Teulada, ya que más al sur de la provincia preferían comprarla en los depósitos de Alicante. A principios de los años cuarenta se empezó a utilizar otra vía para la distribución de la sal de Calpe: la línea de ferrocarril de vía estrecha Alicante – Denia. La sal era envasada en sacos de 80 kg y acercada con carros hasta el apeadero del “Trenet”.

Ésta se llevaba a Alicante, desde donde se repartía hacia otros destinos. En 1972 los dueños deciden arrendar la explotación de la salina por periodos de 4 años, aunque el arriendo siempre se hizo a la misma persona, José Sanchís, “El Saleroso” de Gandía, el cual era su principal cliente. La explotación continuó con la ayuda de José Ortolá, el hombre de confianza de los Buigues, aunque el proceso se fue mecanizando en parte, sustituyendo la recolección manual por palas mecánicas. La extracción de la sal en Calpe se abandonará en 1988, en un momento en que la coyuntura económica hizo que dejara de ser rentable.

Situación actual

En 1993 las Salinas de Calpe son incluidas dentro del dominio de la Zona Marítimo-Terrestre, siendo expropiadas a quienes habían sido sus propietarios en los últimos 75 años. Hoy en día se mantiene una lámina de agua permanente, lo que se consigue gracias al bombeo de agua desde el mar. Con ello es posible atraer a un buen número de aves, incrementando el valor ambiental de la zona.